martes, 22 de marzo de 2011

Capitulo 26


Yolanda siente las miradas de burlas de Ana y de pena de los demás y eso le duele. Ajenos a esto, Juan padre y Juan hijo siguen hablando.
--Primero te presentas aquí como si fueras a cualquier cosa y luego no has hecho caso a tu esposa. Yolanda no se merece algo así. Es cruel.
--yo te dije que me iba a casar, que me iba a ocupar de mi hijo pero no de ella. La novia es cosa tuya. Tú la querías como hija, ¿no? Pues ya la tienes.
El guapo y joven Juan se va bien molesto. Sus amigos con él. Juan padre siente una emoción especial cuando su hijo pone a su esposa en sus manos. Yolanda se siente sola por la lejanía de su protector. Juan padre se le acerca sonriéndole con dulzura. Yolanda abraza a su suegro con desesperación. Llora. Juan sonríe a la novia. La acaricia con ternura:
--no llores, mi niña, hoy es tu día. Debes ser muy feliz.
Llorando desconsolada la joven dice:
--pero es que su hijo…
El hombre la interrumpe y le dice:
--de su nada quedamos que me ibas a tratar de tu. No pienses en nada. Estás casada, estás a mi amparo, vas a ser madre. Ya verás que vas a ser muy feliz en mi casa, conmigo --los dos se miran emocionados—no vas a pensar en ningún mal trago del pasado.
Elisa se los queda mirando como extrañada. No se atreve a interrumpir lo que parece una escena de amor.

Juan tiene prisa por irse. Omar lo llama.
--¡¡venga tío, ven. No te vayas así¡¡
Ana saca un puñado de arroz que llevaba en el bolsillo y se lo tira a Juan:
--¡¡vivan los novios. Bueno el novio¡¡
Juan la mira con muy mala cara.
--no hagas tonterías, cariño –le susurra su novio al oído.
--¡¡cual tontería –dice Ana bien contenta—esto es una boda y tenemos que celebrar... Vámonos todos a una fiesta. Lo que no entiendo es donde se metió Silvana¡
Omar mira a Juan con complicidad.
--yo estoy cansado, me voy a mi casa –Juan.
--aguafiestas –dice Ana.
Juan se va solo. Félix mira a Marianela con timidez. Desea invitarla a ir a algún sitio pero no se atreve a hacerlo. Ella desea que lo haga. Adri está pegado al culo de Rubén que se muestra tenso.
--no me parece que tengamos nada que celebrar, tú y no nos vamos a casa –dice Rubén a Ana.
El guapo chico se despide de todos y se va con su chica. Marianela se queda sola con esos dos chicos, el que le gusta y el que la mira con cara de degenerado.
--¿Qué te parece si te vienes conmigo a tomar algo, a divertirnos? –le dice Omar.
Armándose de valor, Félix dice:
--sí, sí. Nos la vamos a pasar muy bien los 3.
Los dos amigos se miran con rivalidad:
--si, vamos –dice Marianela mirando a Félix.
Omar se pone a un lado de ella y la abraza:
--pues no hay más que hablar, vamos.
Félix hace lo mismo. Aunque a Marianela le molesta que Omar la toque no dice nada porque Félix está a su lado.

Elisa va a la empresa a buscar a su marido y se sorprende cuando le dicen que no fue por allá en toda la mañana. Sorprendida lo llama al móvil. Fabio y Luis están en aquella playa. Tras hacer el amor Fabio se quedó dormido sobre la arena. Luís se viste en silencio. Cuando empieza a sonar el móvil lo apaga en seguida.
--¿¿Dónde estás? ¿Dónde te metiste? –pregunta Elisa atormentada por los celos.
Luis mira a Fabio con emoción, con amor. Le gustaría quedarse a su lado y olvidarse de todo. Lo mira mientras se abrocha los pantalones. Y aunque lo ama está dolido:
--él me dejó, no puedo permitir que vuelva a jugar conmigo. Además. ¿Quién ha dicho que no me va a volver a dejar? A parte está Elisa. Ya tengo casi entera esa empresa que yo siempre quise. No puedo renunciar a ella por Fabio. No quiero.
Herido y triste decide pagar a su amado con la misma moneda y aunque le cuesta dejarlo y dejarlo solo ahí lo hace. Ya en el coche llora amargamente y se va a toda prisa.

Juan padre, por su lado, está feliz por la boda de Yolanda y su hijo. Ella está triste. Llegan a la casa.
--yo te prometí un día especial, así que cambia esa cara. Cámbiate que nos vamos a celebrar.
--No, la verdad es que no me siento bien. Prefiero recostarme.
Juan la mira con angustia:
--es por tu embarazo ¿te sientes mal? ¿quieres que llamemos al médico?
--No, no. Estoy bien.
--¿tienes mareos, nauseas?
--No, no. Ya no. Debe ser por lo que dijo el médico, que los primeros 3 meses eran los más duros.
Juan toca la barriguita a esa joven. Le llena de emoción sentir que ahí está creciendo un hijo que lleva la sangre de los dos.
--Sabes, cuando mi hijo estaba en camino me gustaba mucho poner el oído en su barriga, hablar con mi hijo.
--¿y que pasó con su esposa?
Con dolor el hombre dice:
--se fue con otro hombre. Mi hijo aún era muy pequeño.
--Lo siento mucho.
Él la sonríe.
--tú no tuviste la culpa, sé que tú nunca engañarías a nadie. Eres demasiado pura.
Yolanda la sonríe:
--gracias por todo, gracias por todo lo que has hecho por mi y mi hijo.
--tu hijo es mi nieto, yo lo voy a querer como a mi hijo.
Con dulzura, Juan hace gestos pidiendo permiso a la joven para agacharse y poner su oído en su vientre. Ella hace que sí con la cabeza. Juan se arrodilla habla con su nieto con el amor de un padre, besa en el vientre a la joven, trata de escuchar al bebé que se nutre de ella. La joven le acaricia la cabeza con ternura. Los dos se sienten felices, unidos por un extraño sentimiento que no logran entender. Les gustaría que el tiempo no pasara, poder congelar ese momento. Sentir siempre esa felicidad que sienten en ese momento.
--usted es el mejor padre del mundo. Con su apoyo sé que a mi hijo no le va a faltar nada, que va a ser muy querido.
--de eso no te quepa ninguna duda.
--pues menos mal que mi pobre niño le tendrá a usted porque yo siento que voy a ser una pésima madre, que no voy a saber como atenderlo, que le pasa cuando llora.
Juan se levanta y acaricia a la joven:
--no digas eso, vas a ser una madre estupenda.
Angustiada por las responsabilidades que se le vienen encima, la adolescente dice:
--pero es que ni siquiera soy capaz de cuidar de mi misma ¿cómo voy a cuidar de mi hijo?
LA sonrisa del hombre la llena de ternura:
--por ti no te preocupes. Yo cuidaré de ti, y no te agobies. a todas las madres primerizas les pasa lo mismo. Tú déjate guiar por tu instinto, ya verás como sabrás ocuparte de tu hijo como la mejor madre, ya verás.
--con usted no tengo miedo. Todo parece tan fácil.
Juan le besa las manos y habla sin soltárselas:
--es que lo es. No debes preocuparte de nada. Y ahora señora Helmut usted se debe ir a poner ropa más cómoda. Tenemos que salir a festejar que ya eres de la familia.
--una fiesta sin novio? –dice ella llorando.
Él le seca las lágrimas con suavidad.
--esto sí que no. Fuera esas lágrimas. Mi hijo es un tonto y él no te va a estropear este día. Entre que tú no te sentías muy bien y yo estaba muy ocupado que si con el trabajo, la boda. No hemos tenido tiempo pero tenemos una deuda.
--¿así?
--No me dijiste que nunca habías estado en un zoológico y que querías ir? –dice él muy sonriente.
El rostro de la joven se le llena de ilusión.
--¡¡¿al zoo, me va a llevar al zoo?¡ --dice contenta.
A él le llena de ternura la alegría de ella. La acaricia con ternura y dice:
--si me sigues tratando de usted no. ¿o es que tan viejo te parezco?
--claro que no. Eres muy joven. y guapo –los dos se ruborizan—no entiendo como no te casaste otra vez.
Juan la mira con emoción. Piensa que si él tuviera la edad de su hijo le gustaría casarse con ella pero no dice nada.
--ya dejemos de hablar que se nos va a hacer tarde.
--¡¡sí, sí¡¡
La joven sube las escaleras corriendo y el hombre se la queda mirando con ternura, con ilusión, con amor ¿de padre?
--Yolanda, Yolanda. ¿Qué me pasa contigo?
La adolescente se encierra en su cuarto, se mira al espejo muy ilusionada. Se acaricia el labio pensando en el beso que le dio cerca del labio. Suspira sin entender sus sentimientos.

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