jueves, 24 de marzo de 2011

Capitulo 60




Félix ha pasado su última noche de soltero con sus amigos. Están todos en boxers. Se visten juntos. Félix está muy emocionado.
--sé que les parece una locura esto que estoy haciendo.
--No tienes porque darnos explicaciones –Juan.
Félix mira a Omar:
--gracias por bancarme en esta.
--somos tus amigos, estamos contigo aunque te equivoques –Omar.
--¡oye, no seas ave de mal agüero, no hay nada mejor que el amor¡ --dice Adri mirando enamorado a Juan.
Juan responde a la mirada de amor de Adri pero no se atreven a besarse ante sus amigos. No quieren crear una situación incómoda.
--Yo la amo. Marianela es la mujer de mi vida, sé que voy a ser muy feliz con ella.
Rubén es el primero en abrazar a Félix:
--ya dicen que de una boda sale otra. A lo mejor me animo y le pido matrimonio a Ana.
Los chicos miran con compasión a Rubén pero no le quieren decir nada. Tampoco es el momento. Entonces todos esos guapos chicos en boxers se tiran encima de Félix que está muy contento.

Por otro lado. Marianela a punto de salir. La novia lleva un vestido blanco. Corto y sin velo. La ilusión cubre su rostro.
--¡soy tan feliz¡ ¡¡no puedo creer que me caso¡
Ana y Silvana está con ella, les da cierto celos la felicidad de su amiga.
--¡es que Félix es el chico más bueno del mundo, es el mejor¡
--si, lo sabemos. Las tres nos hemos acostado con él –dice Ana.
A Marianela le molesta que su amiga saque el tema en ese momento.
--Ya me lo habéis dicho.
--no puedo entender que te cases con un chico así ¡¿te da igual que tu futuro marido se haya acostado con tus mejores amigas?
--¿¿qué pasa?¿¡es que les da rabia que sea la primera en casarme?
Marianela ha puesto el dedo en la llaga.
--¡claro que no, Rubén se casa conmigo cuando yo quiera¡
Silvana sabe que lo tiene más dificil y a ella sí le da rabia.
--No te va a ser feliz, es un mujeriego.
Marianela se le ríe.
--¿¿Félix? Como podeis decir eso.
--tú no lo conoces, todo ha sido una fachada. Seguro –Silvana.
--¿y para qué se casaría conmigo esperando un hijo de otro?
Ni Silvana ni Ana saben qué contestarle. Marianela sabe que ella tiene razón, que no tiene nada que temer de Félix, que él ha sido sincero, que él no la va a lastimar, que es ella la que puede lastimarlo a él. Llaman a la puerta.
--¡nena, tenemos que salir¡ ¡¡tu padre te espera¡
Marianela suspira feliz y enamorada.


La ceremonia es la iglesia del barrio de la joven. Hacen el camino a pie ya que está justo detrás del domicilio. En la iglesia espera ya el novio muy nervioso. Con traje claro, sin corbata. Es una boda sencilla, no importa para nada la parafernalia, sólo el amor. El novio está escoltado por todos sus amigos. Silvana y Ana son las madrinas. Rubén le guiña el ojo a su amada. Ama a ese mujer y desea casarse con ella. Ana mira a esos guapos chicos. Se ha acostado con todos menos con Adri.
--¡lástima que sea maricón, qué desperdicio¡ --dice para sí.
Al son de la marcha nupcial, entra Marianela del brazo de su padre. Félix siente un golpe en el corazón. No puede con la dicha. Llora. Juan y Adri le ponen la mano en los hombros. Lo apoyan. El novio está temblando. Rubén sólo tiene ojos para Ana y Omar mira con odio a Marianela. Le da rabia que la chica se haya salido con la suya. Marianela mira a Félix a los ojos, se le olvida todo. El padre entrega a la novia. Félix agarra la mano a la novia. Los dos están muy nerviosos. Con lágrimas en los ojos.
--te amo –susurra él.
Ella está emocionada, agradecida. No puede decir nada. Tomados de la mano se acercan al sacerdote. Se inicia la liturgia.
--Félix y Marianela., ¿venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
-- Sí, venimos libremente –contestan a la vez con la voz rota por la emoción y mirándose a los ojos.
– ¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del matrimonio, durante toda la vida?
-- Sí, estamos decididos.
– ¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
-- Sí, estamos dispuestos.
Se hace un silencio. Son constantes las miradas de amor de los novios. La felicidad de sus rostros. Juan y Adri se miran. Ellos también se aman. Rubén mira a Ana enamorado. Ya no tiene dudas, ellos van a ser los próximos. El sacerdote sigue hablando:
-- Así, pues, ya que queréis contraer santo matrimonio, unid vuestras manos, y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.
A medida que avanzan la ceremonia, avanzan los nervios de los novios. Las lágrimas de estos. Para ambos es un sueño. Se casan enamorados, se casan para siempre. El sacerdote sigue hablando.
--Félix, ¿quieres recibir a Marianela como esposa, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?
Con voz rota por la emoción, con lágrimas en los ojos pero lleno de amor y felicidad dice:
--Sí, quiero.
-- Marianela, ¿quieres recibir a Félix como esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle todos los días de tu vida?
-- Sí, quiero –solloza ella.
Félix le guiña el ojo. Ella suspira enamorada. Se cantan unos cánticos y eso relaja un poco a los novios que no dejan de mirarse con amor, con complicidad. El sacerdote entonces reclama los anillos.
--El Señor bendiga estos anillos que vais a entregaros el uno al otro en señal de amor y de fidelidad. Bendice y santifica, Señor, el amor de Félix y Marianela y que estos anillos, signo de fidelidad, les recuerden su promesa de amor
Félix agarra el anillo. Agarra la mano de ella con firmeza ya que a los dos les tiembla el pulso. Por los nervios le cuesta ponerla.
--Marianela, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
--Félix–dice ella igualmente nerviosa pero le mete el anillo a la primera-- recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Los novios suspiran y sonríen llenos de amor y felicidad. El sacerdote sigue con la liturgia.
-- Bendice, Señor, estas arras, que Félix y Marianela se entregan, y derrama sobre ellos la abundancia de tus bienes.
--Marianela, recibe estas arras como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir.
--Félix, recibe estas arras como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir.
El sacerdote dice sus últimas palabras:
--Félix, Marianela ya sois marido y mujer. Lo que Dios ha unido que el hombre no lo separa.
Marianela y Félix sienten una dicha indescriptible. Son tan felices que no lo pueden decir con palabras. Se funden en un beso, un largo beso que es interrumpido por el sacerdote entre risas de los invitados. Marianela y Félix se miran tímidos. Salen del templo en dónde son mojados con la típica lluvia de arroz. Ellos se besan enamorados y felices. Están juntos y están seguros que nada ni nadie los separará.





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